La oposición sigue sin entender 

Adrián Valencia La oposición sigue sin entender el mensaje del electorado. El triunfalismo de los presidentes del PAN, PRI y PRD, tras el pasado proceso electoral, es un mero pretexto para mantenerse en el cargo y seguir disponiendo de recursos, posiciones y candidaturas. Todo ello, claro, sin tomar en cuenta a los ciudadanos de a pie.

Adrián Valencia

La oposición sigue sin entender el mensaje del electorado. El triunfalismo de los presidentes del PAN, PRI y PRD, tras el pasado proceso electoral, es un mero pretexto para mantenerse en el cargo y seguir disponiendo de recursos, posiciones y candidaturas. Todo ello, claro, sin tomar en cuenta a los ciudadanos de a pie. Y aunque cierto espectro informado de la población y de la clase política diga que la coalición anti-Morena funciona; lo cierto es que no hay proyecto sobre el cual pueda sustentarse una candidatura rumbo al 2024. 

La lógica es simple: prefiero que llegue la coalición, antes que gobierne Morena. Sin embargo la pregunta más importante pasa a segundo plano, ¿es suficiente ese raciocinio para reconstruir lo que se ha derrumbado con la degradación social, política y económica de los últimos años?, ¿los partidos opositores de hoy en día, de verdad representan la salvación del país?. Mi perspectiva es que no. Creo más bien que éstas expresiones están condenadas a morir porque han excluido de sus decisiones y procesos a la parte más importante de la democracia: los ciudadanos. 

Por otra parte, el avance de Morena es innegable. El partido del presidente se ha convertido en la fuerza político-electoral hegemónica del siglo XXI en México. Ahí, sin mayor resistencia, ya gobierna al sesenta por ciento de la población, pero la oposición sigue vitoreando triunfos pírricos en sus bastiones, con porcentajes de participación indignantes. La mentira y el autoengaño se han convertido en el dogma de fe para seguir vigentes. La falta de autocrítica es obscena y ni decir de la incapacidad para gobernar. 

Pero el avance del partido guinda tampoco ha traído mucho que aplaudir. La situación de un gran porcentaje de la población ha empeorado de acuerdo con las cifras del INEGI y el CONEVAL. Hasta 2021, había 3.8 millones de nuevos pobres en México. Y aunque acertadamente el presidente López Obrador ha impulsado una política de recuperación salarial en sus primeros años de gobierno, la situación general de la economía y la incontenible inflación, se han devorado los aumentos al salario mínimo. 

Los programas sociales tampoco han sido suficientes para mejorar la situación de las familias mexicanas. Por ello las remesas provenientes de Estados Unidos se han convertido en un verdadero salvavidas para millones de hogares. Tan sólo en los primeros meses de este 2022, se han enviado al país más de 12 mil 500 millones de dólares por concepto de divisas, lo cual por cierto, no es un logro de la administración pública, sino un gesto de solidaridad de los mexicanos que radican en el vecino país del norte. 

Y si hablamos de inseguridad y violencia, la historia es similar: las políticas de la 4T han fracasado en su intento por garantizar el Estado de Derecho y detener las ejecuciones diarias. Por el contrario, los grupos de la delincuencia organizada han ganado más terreno y operan con total impunidad en regiones como Zacatecas, Tamaulipas, Jalisco, Michoacán, Guerrero y muchas otras entidades del país. La crisis es de tal magnitud, que cada vez son más fuertes las voces del otro lado de la frontera, que piden una intervención estratégica para poner un alto antes de que sea tarde. 

Pese a este escenario, el Presidente López Obrador mantiene altos niveles de popularidad (por encima del sesenta por ciento), a cuatro años del inicio del sexenio. La oposición, claro está, no ha logrado construir una narrativa convincente, asertiva y congruente, frente al electorado, porque sus líderes están más interesados en conservar sus privilegios, que en construir una contrapuesta de gobierno que tome en cuenta la opinión de expertos, líderes sociales, comunidades diversas, activistas, etc. Les importa el poder, no empoderar a la gente. 

Así púes, el resultado del pasado 5 de junio es la confirmación de falta de autenticidad, de convicción y de valores ideológicos con los cuales se pueda identificar el electorado. La coalición, anti natura por sí misma, ha fracasado en términos políticos y agoniza en términos pragmáticos. Y frente a este panorama surge una pregunta obligada y por demás urgente: ¿es tiempo de organizar nuevas fuerzas partidistas y tomar el control de las decisiones que repercuten a todos?, ¿es tiempo de sacudir del sistema parlamentario personajes que se han eternizado en las curules y escaños del Congreso de la Unión por simple cálculo personal o político?. Yo creo que sí. Es ahora o nunca. 

Adrián Valencia, especialista en temas de comunicación política 
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