La batalla cultural de la derecha indefinida

Arturo Moreno La cultura es un instrumento a través del cual los estados establecen disciplina social, de ahí que aquéllos que detenten el poder del estado buscan establecer su hegemonía al imponer una cultura basada en su visión del mundo; al entender esta definición se puede entender con facilidad porqué los pequeños grupos desagregados de la “derecha no representada” (sin poder político) sean seducidos por la idea de obtenerlo a través de este instrumento.

Arturo Moreno

La cultura es un instrumento a través del cual los estados establecen disciplina social, de ahí que aquéllos que detenten el poder del estado buscan establecer su hegemonía al imponer una cultura basada en su visión del mundo; al entender esta definición se puede entender con facilidad porqué los pequeños grupos desagregados de la “derecha no representada” (sin poder político) sean seducidos por la idea de obtenerlo a través de este instrumento.

Estos colectivos conformados por conservadores políticos, liberales clásicos y activistas religiosos o de la sociedad civil – derechas del espectro ético y moral – intentan congregarse a partir de la premisa de que las categorías éticas y morales que comparten son la argamasa que les permitirá unir las bases de un movimiento político con el que podrían combatir los instrumentos disciplinarios culturales de la izquierda.

Politólogos, economistas y activistas sudamericanos como Agustín Laje, Javier Milei o el doctor Pablo Muñoz postulan la teoría de la batalla cultural – y la que más adeptos tiene – en la que postulan que para obtener el poder político se deben divulgar y evangelizar a los ciudadanos en los valores morales tradicionales así como categorías éticas basada en evidencia científica. Es decir, tomar la cultura para derrotar a la izquierda, sin involucrarse directamente en actividades de la política formal.

La premisa básica de esta “batalla cultural” se basa en el descubrimiento de una conspiración  de erosión o degeneración social creada por académicos y políticos como Antonio Gramsci, Ernesto Laclau o la norteamericana Michelle Firestone, con el objetivo de destruir las sociedades capitalistas e imponer el comunismo en estas. El corpus de la teoría de la batalla cultural si bien ha logrado que ciudadanos nuevos se interesen en política – más allá de los que se dedican a esta de forma profesional – también hace que estas personas se alejen de los espacios de competencia política formal, erosionando las posibilidades de crecer como fuerza política.

Carecen de categorías políticas que les permitan articularse para establecer definiciones políticas respecto al estado (para qué quiero el poder) y un proyecto único con objetivos o programas de acción política (cómo voy a obtener ese poder) que les proporcione mística, arrastre y permeabilidad. La teoría de la batalla cultural exhorta a las personas que se identifican en la derecha a hacer política sin participar de formalmente en esta, neutralizando así la capacidad de estos grupos para articularse como opción política, la derecha indefinida.

Al carecer de referentes nacionales claros o personajes estéticamente atractivos, la derecha indefinida se margina en narrativas de grupos juveniles eclesiásticos, universitarios o de organizaciones civiles de clases media, focalizadas a las zonas del bajío y el norte del país; su trabajo político se limita al desarrollo de planteamientos y consignas identitarias que antagonizan a los relatos del poder actual, la izquierda degenerada.

El mito de la batalla cultural

El cristianismo no conquistó Roma, fueron los romanos quienes dieron cuenta del potencial universalizador y revolucionario que esta religión y decidieron utilizarla como nuevo elemento unificador de su imperio. La visión política común, el programa político y el control de territorios es la forma en que se construye el poder y posteriormente se establecen los mecanismos que imponen disciplina como la cultura. El estado es lo que los ciudadanos quieren que sea, no la imposición de este sobre ellos (tiranía).

La batalla cultural es un mito oscuro que confunde los conflictos existentes en la realidad política (seguridad, territorio, impuestos, servicios públicos y justicia) con problemas culturales y de dinámica social que deben atenderse de otra forma. La derecha indefinida ha caído en la trampa – o creado la propia – al tomar como ciertas las premisas de académicos y divulgadores, en lugar de formarse, y militar en política.

¿Qué es entonces la batalla cultural? Es la narrativa de una supuesta guerra ideológica en la que se enfrentan los valores tradicionales en contra de una agenda de dominación de la sociedad a través del pensamiento, los medios de comunicación, la política y la economía; y en esta guerra ideológica serían las facciones de la izquierdas y derechas políticas quienes abanderarían estas agendas. ¿Qué diferencia a un conservador que piensa que prohibir manifestaciones de minorías es la forma de superar la decadencia, de una feminista que cree que con leyes de igualdad conseguirá calles más seguras?

Que no se tome por error que los argumentos antes expuestos convalidan las críticas torpes y mentirosas de la izquierda degenerada que se ha apoderado del subcontinente – México incluido – la verdadera derecha de nuestra nación ya está articulándose en el proyecto político republicano. Esta crítica deberá ser tomada por los hombres y mujeres de bien a superar la etapa reaccionaria de la derecha indefinida y a consolidar el republicanismo como el nuevo modelo de estado de nuestro país.

Semblanza del autor:

Escritor, analista político y asesor de contrapolítica estratégica, fundador y Director Ejecutivo de Datacratics. Arturo Moreno colabora como parte del Comité Nacional Promotor de México Republicano y como Presidente Nacional de VERUM.  Especialista en administración y operación de empresas del ramo de análisis de datos y tecnologías de la información con más de 10 años de experiencia.

Correo: arturo@datacratics.com

Twitter: @arturomorenoMX

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