Javier Esquivel
En un escenario político lleno de venganzas, revanchas, polarización y de rivalidad añeja es indudable encontrar contrincantes plenos de avidez por demoler la reputación de sus contrincantes.
Tampoco es sorpresivo que en los últimos días de campañas política se recurra a la estrategia el golpe mediático como detonador de las emociones de la sociedad y del elector.
Lo que sí es incomprensible es que las y los actores políticos inmersos en esta batalla no cuenten con la visión estratégica y la creación de escenarios suficientes para prever y, en su caso, hacer control de daños durante la crisis mediática que desata una noticia reveladora en su contra.
El blindaje mediático tanto en campaña como en funciones de gobierno es una acción básica que todo cuarto táctico de comunicación política debe tener presente. Actualizar atlas de riesgos y diseñar programas de acción para proteger la reputación de personajes políticos con amenazas y debilidades es una obligación.
En las últimas semanas en el escenario nacional hemos atestiguado golpes mediáticos contundentes sin respuesta con la misma intensidad. El expresar declaraciones básicas como la negación o la victimización de guerra sucia parece no ser suficiente.
El ejecutar una acción de defensa y contraataque requiere audacia, dosis de malicia y experiencia, conocimiento de los tiempos oportunos para responder, pero sobre todo un alto capital de credibilidad y confianza de sus seguidores, de sus electores y/o en su caso de sus gobernados.
La política y el ejercicio de gobiernos polarizados muchas veces se transforma en una guerra electoral en el que los golpes mediáticos son su arma principal. Nuestra historia política parece que no es recordada por los nuevos actores o bien utilizada por los que más experiencia tienen.
Estas batallas las gana el que mejor estrategia tiene, triunfa el que domine mejor los tiempos para atacar, defender y contraatacar, avanza el que use mejor sus relaciones con los medios de comunicación y los recursos a su disposición.
Y lo que podemos advertir en estas batallas de noticias escandalosas es que van perdiendo las y los que carecen del mejor de los recursos que una persona en política pueda tener: Una reputación a prueba de balas.
Apunte del consultor:
Un golpe mediático de último minuto puede hacer cambiar las preferencias electorales. Un sistemático ataque noticioso a la imagen política de las personas puede lapidar trayectorias, pero una buena defensa y un manejo profesional de crisis mediáticas con estrategia pueden transformar el escenario.
En el judo no gana el más fuerte, sino el más hábil que aprovecha la fuerza del golpe del rival para hacerlo caer. Cuestión de estrategia y de un buen equipo que acompañe.
@JavoEsquivel