Bajo la brisa suave de una estación que invita al recogimiento y la introspección, nace una voz nueva que no teme a las sombras de los árboles antiguos ni al peso del linaje. Daniel Delgadillo, hijo del trovador Fernando Delgadillo, irrumpe con fuerza y sensibilidad en el paisaje de la música mexicana con un disco que no solo canta al paso de las hojas, sino que parece mecerlas con cada verso. Su obra se titula “Otoño”, y dentro de ella florece una joya luminosa: el sencillo “En esta vida y la que sigue”, una canción que ya comienza a instalarse en el alma de quienes la escuchan, como si llevara siglos esperando el momento preciso para ser revelada.
Daniel no busca parecerse a nadie. Su música no es imitación, es nacimiento. Con apenas unos años y una vida en la música que comenzó desde la infancia, subiendo al escenario al lado de su padre, Daniel ha recorrido un camino propio, sembrado de notas y palabras que brotan desde un lugar genuino. Y ese lugar es “Otoño”, un EP breve en extensión pero inmenso en profundidad, donde cada tema es una estación del alma y cada acorde parece recordarnos lo efímero y lo eterno de nuestros sentimientos más hondos.
“En esta vida y la que sigue” se eleva como un canto íntimo y universal al mismo tiempo. Es la declaración de quien ama más allá del tiempo, de quien escribe desde la esperanza y el duelo, de quien, aún joven, ha aprendido que hay palabras que no necesitan edad para ser ciertas. Su voz, cálida y honesta, encuentra en esta canción un cauce para emocionar sin artificios, para rozar el corazón sin herirlo. En ella se escucha la madurez que nace no de los años vividos, sino de los silencios bien escuchados.
El EP “Otoño”, que da nombre a esta entrega, no es una simple colección de canciones: es un paisaje emocional, un diario sonoro donde caben la nostalgia, el amor que se despide y también el que permanece, los recuerdos que arden y las promesas que aún no se cumplen. Compuesto por cuatro temas que funcionan como capítulos de una historia íntima, este primer movimiento de su proyecto más amplio —titulado “En la Misma Habitación”— revela un compositor que no le teme a la melancolía, y que sabe extraer belleza de cada estación de la vida.
Aunque es heredero de una de las figuras más queridas de la trova latinoamericana, Daniel no se apoya en la sombra de su padre, sino que dialoga con ella, se nutre, y luego avanza. Ha pisado escenarios que muchos sueñan —desde el Lunario del Auditorio Nacional hasta festivales como el Vive Latino y el Trovafest—, pero cada vez lo ha hecho como quien ofrece un secreto, no como quien busca aplausos. Y ese secreto es su capacidad para hacer de lo cotidiano algo trascendente, para nombrar lo inefable con una guitarra y un susurro.
“Otoño” ha comenzado ya a marcar una revolución silenciosa en la música mexicana. No es una revolución de estruendo ni de fuegos artificiales. Es una revolución de escucha profunda, de palabras que se dicen para quedarse, de melodías que invitan al silencio interior después de ser escuchadas. Daniel Delgadillo no solo está escribiendo canciones: está abriendo un nuevo capítulo en la sensibilidad musical de este país.
En el sencillo “En esta vida y la que sigue”, se adivina la promesa de una obra que trasciende generaciones. No por su apellido, sino por su verdad. En una industria que a veces olvida el valor de la emoción sincera, Daniel recuerda que la música puede seguir siendo un refugio, un abrazo, una despedida o una bienvenida. Y por eso, en esta vida —y seguramente también en la que sigue—, su voz resonará.
