Javier Esquivel
Hace unos días una alcaldesa del centro del país justificaba la contratación de uno de sus amigos como proveedor y asesor externo responsable de toda la comunicación gubernamental del municipio.
Con el enojo a flor de piel por la pregunta de una reportera aseguró que elegir al estratega era igual que seleccionar al estilista que te corta el cabello, ya que ambos se encargaban de mejorar una imagen.
Ante esa falta de sensibilidad, y que seguramente muchos alcaldes y alcaldesas tienen sobre el tema es preciso indicarles para qué les sirve esa valiosa área que hoy desdeñan.
Una de las principales virtudes que debe tener el estratega de comunicación gubernamental es analizar y entender el complejo entramado de acciones y contingencias político electorales que circundan en torno al gobierno y a los indicadores de popularidad y prestigio de su gobernante sin olvidar también la realidad del partido político que lo llevó al poder.
El estratega de comunicación debe ser un hábil especialista y un tanto maquiavélico para minimizar los riesgos y las crisis surgidas en las coyunturas sociales, pero también debe ser muy diestro para capitalizarlas a favor del gobierno que representa.
Bajo estos conceptos el estratega gubernamental deberá hacer gala de su capacidad probada para construir meticulosamente una ruta de éxito y planear agudamente las acciones tácticas para maximizar la visibilidad de su gobierno y aumentar la rentabilidad electoral de la propuesta política y de gobierno más allá del periodo en el que se gobierna.
Para gestionar la comunicación de gobierno deberá lograr persuadir no solo a los miembros del gabinete o asesores familiares de la persona que gobierna, sino también dominar el arte de incidir en la construcción de la agenda política y de gobierno para así también ganar la agenda pública que estará altamente competida por grupos sociales, partidos opositores, aliados y los medios de comunicación.
Entre los objetivos que deberá lograr no solo estará garantizar el derecho de los ciudadanos a saber qué hace, cómo lo hace y cuánto dinero invierte el gobierno en cada acción, si no deberá blindar informativamente cada una de las acciones de política pública con tácticas mediáticas para que cada una de ellas sea referencia favorable por su utilidad.
El estratega de comunicación deberá ser generador de criterios periodísticos y noticiosos, constructor de flujos informativos en redes sociales, provocador del buen rumor que corra en boca en boca por las calles y por las mesas de café de los ciudadanos que promuevan la aprobación de su gobierno y el reconocimiento social de sus funcionarios.
Para esta tarea deberá saber acercarse de las mejores herramientas de escucha social para detectar el ánimo de los ciudadanos que incluso no comulgan con las ideas de quienes gobiernan.
Deber ser habilidoso para construir equipos de trabajo en mercadotecnia y publicidad gubernamental y de imagen audiovisual para construir y vender imágenes y ser un diestro propagandista.
Pero sobre todo el buen estratega de comunicación sabrá no solo cómo vender las bondades de su gobierno, si no también cuando atacar con emociones y razones a los contrincantes, además de tener la sensibilidad para determinar cuándo ignorarlos o para contraatacarlos.
Dirigir un área de comunicación de gobierno no es lo mismo que construir la estrategia, probarla, analizarla y ejecutarla, como tampoco es delimitarla únicamente al trato publirrelacionista con la prensa. Hoy la comunicación de gobierno implica estrategia, pero sobre todo a un estratega.
En la actualidad es necesario cada vez más el expertise y la capacidad y la habilidad probadas en el manejo de estrategias y técnicas de comunicación del estratega de comunicación política para provocar la adhesión de los ciudadanos.
¿Y, usted seguirá prefiriendo a su amigo, compadre que dice conocer a las y los reporteros?
@javoesquivel