El concepto de libertad en México

Gricha Raether Secretario General del Movimiento México Republicano El concepto de libertad, más allá de su definición de diccionario, es uno de los más utilizados para defender causas y movimientos políticos y sociales alrededor del mundo. Frecuentemente se escuchan en las noticias violaciones de una u otra índole sobre la libertad de expresión, la libertad de religión, la libertad personal e incluso la libertad de asociación, entre muchas otras.

Gricha Raether

Secretario General del Movimiento México Republicano

El concepto de libertad, más allá de su definición de diccionario, es uno de los más utilizados para defender causas y movimientos políticos y sociales alrededor del mundo. Frecuentemente se escuchan en las noticias violaciones de una u otra índole sobre la libertad de expresión, la libertad de religión, la libertad personal e incluso la libertad de asociación, entre muchas otras.

Históricamente y en la cultura popular de occidente, asociamos particularmente a los Estados Unidos de América como el que marca la pauta en temas de libertad. Aunque en algún momento sin duda lo fue, particularmente en el salvaje oeste, en donde el Estado era muy limitado y prácticamente reinaba la ley de la selva, o en su caso, la ley del mejor armado, la realidad es que desde los tiempos de la prohibición, más y más EUA se ha convertido en un Estado policiaco y autoritario. Los abusos y maltratos de fuerzas de seguridad pública sobre la ciudadanía se reportan con una frecuencia nunca antes vista gracias a los dispositivos electrónicos que todos portamos, las redes sociales y especialmente la actitud totalitaria de la policía, que particularmente en EUA parece ser más y más una fuerza militar que de seguridad pública, tanto en su comportamiento como en su equipamiento. Hay que recordar que las fuerzas militares están ahí para defender al Estado de sus enemigos, mientras que la policía está para proteger y servir a la ciudadanía. Cuando los militares toman el rol de policías, la ciudadanía tiende a convertirse en el enemigo.

Hay quienes defienden estas actitudes diciendo que de no ser así, la sociedad caería en caos. Sin embargo, en países del centro de Europa como Alemania u Holanda, es raro ver a un policía y mucho más raro aún, ver que un agente de seguridad pública abuse de cualquier manera de los derechos o la integridad de un ciudadano, como es el caso tan usual ya en los Estados Unidos. Esta noción de falsa libertad se da a notar cada vez más cuando recordamos que en EUA se es adulto libre, salvo cuando de fumar un cigarrillo o tomar un trago de alcohol se trata, al decidir qué químicos puede una persona introducir en su propio cuerpo y vender el uso de su propio cuerpo para propósitos sexuales, claro, excepto en el caso en que alguien grabe en vídeo el encuentro, en cuyo caso sí está bien pues se considera pornografía, la cual curiosamente sí es legal. Hasta el derecho más fundamental de todos, el poder decidir morir de manera digna cuando uno desea, está altamente restringido en la mayoría de la Unión Americana.

Así pues, queda evidenciado que los Estados Unidos no solo no es un país de personas libres, sino que además muchos de sus derechos personales están extremadamente limitados. Esto, sin tomar en consideración que EUA es el país con el mayor número de personas encarceladas (más de 2 millones) así como con la tasa más alta de encarcelación, con 639 personas privadas de su libertad por cada 100,000 habitantes. Como comparativo, Alemania tiene solo 69 personas privadas de su libertad por cada 100,000 y México 166, aunque en este caso es por otras razones que ya describiré más adelante. El punto aquí es que el estandarte y supuesto ejemplo de libertad en el mundo occidental al que todos aspiramos a copiar, simplemente no está ni cerca de acercarse al mito que se le ha creado y que incluso los gringos creen. No es de sorprenderse entonces que los movimientos políticos que hablan de libertad, sea personal o económica, encuentren tanto interés por grandes partes de la población. Por un lado, porque saben que han perdido libertades o, por el otro, porque creen ilusamente ser libres y piensan que están en peligro de perder esa libertad.

Más allá del caso particular de los Estados Unidos, el autoritarismo de Estado es una amenaza constante que crece día con día y que desde presidentes como Putin, Jong-un, Díaz-Canel, Ortega, Maduro y hasta el mismísimo Trump quien en su momento inspiró a miles para intentar derrocar un gobierno elegido democráticamente incitando una insurrección, que por su soberbia y éxito populista se sienten empoderados para establecer regímenes autoritarios, minimizando, alterando, desapareciendo, debilitando, desmantelando o simplemente ignorando instituciones democráticas que en principio garantizan la prevalencia del Estado de derecho.

La libertad global se enfrenta a una grave amenaza. En todo el mundo, los enemigos de las democracias que reconocen los derechos humanos y donde todas las personas tienen derecho a un trato igualitario ante la ley, están acelerando sus ataques. Los regímenes autoritarios se han vuelto más efectivos en la cooptación o elusión de las normas e instituciones destinadas a apoyar las libertades básicas y en la prestación de ayuda a otros que deseen hacer lo mismo.

En países con democracias robustas desde hace mucho tiempo, actores irresponsables y egocéntricos han explotado las deficiencias de sus sistemas, distorsionando la política nacional para promover el odio, la violencia y el poder desenfrenado. Aquellos países que han luchado en el espacio entre la democracia y el autoritarismo, mientras tanto, se inclinan cada vez más hacia este último. El orden global se acerca a un punto de inflexión, y si los defensores de la democracia no trabajan juntos para ayudar a garantizar la libertad de todas las personas, prevalecerá el modelo autoritario.

La amenaza a la democracia que observamos hoy en día, es el producto de 16 años consecutivos de declive de la libertad global. Un total de 60 países sufrieron caídas durante el año pasado, mientras que solo 25 mejoraron. Actualmente, alrededor del 38 por ciento de la población mundial vive en países no libres, la proporción más alta desde 1997. Solo alrededor del 20 por ciento vive ahora en países libres.

A pesar de esto y el endurecimiento de los gobiernos totalitarios o aquellos que aspiran serlo, en prácticamente todos los países del mundo existen movimientos sociales o políticos que de una u otra manera toman el estandarte de la libertad como su principal causa. México no es la excepción. Sin embargo, México no es necesariamente un terreno fértil para que la idea de “defender la libertad” eche raíces o suene natural al mexicano promedio. La realidad es que en México somos libres literalmente de hacer lo que se nos dé la gana y no necesariamente por decisión, sino por omisión. Es el resultado de una casi absoluta falta de ley y orden, de un Estado mínimamente funcional y altamente corrupto y de un sistema judicial que permite que más del 95% de los crímenes queden impunes. Cuando no hay consecuencias por los actos, no hay manera de llevar a la ciudadanía a seguir reglas y convenciones.

 Así pues, hablar de “defender la libertad” es un concepto que para un pueblo que experimenta una extraña dicotomía, donde por un lado viene de sumisión ante conquistadores y realeza, y por el otro de un libertinaje en donde simplemente pueden hacer lo que les plazca sin consecuencias graves, cae sobre personas con una visión muy limitada de los peligros que un Estado autoritario realmente puede traer. Importante recordar también que las libertades por falta de orden que existen en México, las gozan y aprovechan también quienes gustan de las actividades criminales, sabiendo perfectamente que no hay nadie que defienda a los buenos de los malo. Lo grave es que como una rana en un cazo de agua que lentamente se calienta sobre la llama, el mexicano promedio de clase media baja o baja, simplemente no se da cuenta de que le están apretando el collar. Con el velo de “primero los pobres”, “castigar a los neoliberales ricos”, “devolverle al pueblo lo robado”, “justicia social” y “no más corrupción”, millones de mexicanos han depositado en iniciativas totalitarias, tanto por diseño como en hechos, el poder casi absoluto de lo que en las últimas décadas daba destellos de poder convertirse en una democracia funcional.

Importante recordar que, aunque tenemos un alto grado de libertad en el comportamiento cotidiano, no somos libres en donde importa. No somos libres de comprar y vender bienes y servicios sin que el Gobierno esté ahí para llevarse su tajada. No somos libres de emprender, porque el Gobierno regula cada paso que da alguien dispuesto a jugarse todo para lograr el éxito. No somos libres de comerciar, sin que el crimen organizado pida derecho de suelo. No somos libres de salir a la calle, sin miedo a ser robados, secuestrados o asesinados. En los aspectos más importantes para lograr una sociedad exitosa y con una clase media robusta, no somos libres.

El trabajo para cualquier movimiento que defiende las libertades es, sin duda, ser claro en que la meta es defender todas las libertades garantizadas por la constitución para toda la ciudadanía sin privilegiar grupos particulares, y que la única manera de garantizar estas libertades, es con una economía robusta basada en la propiedad privada y el capitalismo, minimizando la intromisión del Estado en todos y cada uno de los ámbitos de la población, tanto en su persona, sus cuerpos, sus vidas y sus negocios. No será hasta que dejemos atrás la necesidad de tener un Estado paternalista, que el mexicano será realmente libre.

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